martes

Un centinela

   
«Había un centinela al cual Egisto mantenía siempre
en  su puesto, y al que había prometido
 dos talentos de oro».

                                 (ODISEA, LIBRO IV)


los vivos

él:

Mientras espero
imagino te fabulo los
pies             descalzos
rota la frente por un
ceño precoz — ceño
que se adelanta al ceño
                                 y cavila.
En tu vientre las canasteras laboran
y Cloto con ellas se enmadeja en risas;
y
y entre tus ojos una pendiente para Sísifos
y el guiño desabrido de Medusa
entre tus piernas


arde Alejandría.

ella:

No― No te puedo acordar a buen puerto.
No te puedo acordar porque tu espalda
es dique sin trabazón un nudo que recién firme
se estremece.

  Cómo acordarte                 y a qué precio. Dar voz
a lo que nunca dejó
de pronunciarse —y qué voz.
  
                                                                     Todas las olas se repiten en ti y en ti encuentran su relevo.



los muertos


Clitemnestra ríe desde el fondo del cable telegráfico ríe
desaforadamente desde el fondo del tejido telegráfico ríe
alambicadamente                      se contagia
                                                  la risa
descuidada
estúpida ríe
a la señal de un disparo ríe al fusilero que le apunta y sabe
se sabe a salvo
«ríanse»                    (pareciera que dice)
como hojas de palma como esclavos sin dientes como un
ventilador rían
sin decoro olviden eso
ajá ah ajá
rían como raíl demudado
de calor rían carcajeando
flechas despuntadas
como el alfanje del jenízaro   apurando el tajo
ajá ajá ajá ah ah ajá ah ah
Agamenón está muerto.


agamenón se repite algo que leyó de homero
el ciego, desde el infierno
(donde nunca llegó el telégrafo)
                                                           Now there was a watchman whom Aegisthus kept always on the
watch, and to whom he had promised two talents of gold.

y maldice con la cabeza
emboscándose, confuso Jano            a ambos lados del corredor
nadie pasa
ni un cuerpo
pero los muertos
ajá ah ah ah.

un centinela

                       
Me prometiste dos talentos de oro.
No te puedo acordar.
                                   Durante un año, los ojos bien abiertos
No te puedo acordar a buen puerto
                                   replegándose, retrocediendo, idénticas
porque tu espalda, tu espalda
                                   olas, y el salitre. Espumarrajo en boca de perro,
es dique sin trabazón, desnudo
                                   porque el mar es un perro blanco, colérico
equilibrio, un nudo que recién firme
                                   al que hay que temer. Vuelve a casa, bastardo
se estremece y en tu vientre
                                   tu mujer te olvida, tus hijos. Lástima de oficio
las canasteras laboran, Cloto
                                   este de enredar y desenredar los días, la vista
con ellas se enmadeja en risas
                                   fija en el mismo punto que es siempre mañana
Cómo acordarte, y a qué precio
                                   me prometiste dos talentos de oro, dos talentos
dar voz a lo que nunca, nunca
                                  uno por ojo, para este viaje de todos, río arriba
dejó de pronunciarse

                                  río abajo, hacia la boca del perro, el otro, el último.

 Y qué voz.

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