Mira el ojo
y avanza y
en su vaivén
destierra su prisión de párpado,
su velo de párpado sobre párpado
en temblor de alas.
y avanza y
en su vaivén
destierra su prisión de párpado,
su velo de párpado sobre párpado
en temblor de alas.
Cada ojo es un caballo de dolor antagónico.
Un dolor blanco es veladura de
piel descascarillada
que se deshila en cables de tela de
araña
y se enrosca y serpentea
bajo el puente en el lecho del pubis
entre los ligueros de blanco
pudor de novia
que en su fingimiento
es
cien veces desposada
y cien veces se entrega
a lo conocido
y en su perseverancia lunar
hace cien veces el amor
y cien veces viejo el amor
y cien veces blanco el amor
se hace invierno
y en su hibernar la piel desnuda
duerme el hambre para que cese
duerme el fruto y aguarda
una fisura en la carne de sus ramas
y en sus venas de raíz profunda
y en su fluir blanco
encuentra a destiempo
una blanca sed de savia.
Un dolor negro es el cielo del ciego pañuelo que viste de piel de mortaja
el impermeable esputo de los
condenados.
Insiste la noche en su deforestación negra.
Insiste y persevera en sofocar
toda sombra
nacida réplica del suelo ronco de los
zapatos. Cada parcela desnuda de nieve en
un tablero de ajedrez
es negra, negra es
la bilis del que despierta
gusanos de tristeza parasitaria
y dulcemente se deja caer.
Mira el ojo
y avanza y
en su vaivén
y avanza y
en su vaivén
destierra su prisión de párpado su
velo de párpado sobre párpado
profanado.
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