He venido a hundir el filo
en el mismo centro,
corazón de la calma.
Cavar con pala o encarnar
las uñas
no basta;
es
tiempo
de levantar un foso en el
lecho seco de este océano
y
no hay poesía en ello, nada
que sacie
esta sed genealógica decido
–apostasía–
renunciar al
sueño y legar estos
párpados
que
nunca me sirvieron
en un abrir camino desde
dentro –busco
en mí
al hombre que despierta
para escalar
el soplo hacia arriba de la
antorcha,
la estela de humo que
evidencia la extinción del fósforo
entre los dedos –eso
deseo,
muerta la llama
el humo
que ciega
y ahoga
que tizna
arrastre mi mensaje
y vuelva
a mí el hombre despierto
vuelva a mí su pulso de
un millón
de redobles
que
nada temen,
pues es tiempo
de levantar un foso en el
lecho seco de este océano
de hundir el filo en el
centro mismo,
en el corazón
de la calma, pues
cavar con pala o
encarnar las uñas
no
basta.
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