miércoles


 He venido a hundir el filo
en el mismo centro,
corazón de la calma.

Cavar con pala o encarnar las uñas
no basta;
es tiempo
de levantar un foso en el lecho seco de este océano

y

no hay poesía en ello, nada que sacie
esta sed genealógica decido
–apostasía–
renunciar al
sueño y legar estos párpados
que nunca me sirvieron

en un abrir camino desde dentro –busco
en mí
al hombre que despierta
para escalar
el soplo hacia arriba de la antorcha,
la estela de humo que evidencia la extinción del fósforo
entre los dedos –eso deseo,

muerta la llama
el humo
que ciega
y ahoga
que tizna
arrastre mi mensaje
y vuelva
a mí el hombre despierto
vuelva a mí su pulso de un millón
de redobles
que
nada temen,
pues es tiempo
de levantar un foso en el lecho seco de este océano
de hundir el filo en el
centro mismo,
en el corazón
de la calma, pues
cavar con pala o encarnar las uñas
no
basta.

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