Yehudá de Qeriot de un árbol pendo.
Nacido de mujer
mujer, ahora yo
soy pasto de los cielos.
Así mi epitafio en este lecho
reza y es lo último
último cordel de muerte,
trenza que encallece lejos del Olivo.
¡Calvario, me saludo!
Bailo al compás del salado soplo,
nuestro céfiro hebreo
de cristal sobre los campos.
Mueven las aspas los condenados
molino y calavera
por el anzuelo bien ceñidos.
¡Calvario, me saludo!
Respira y con ella respiro, su osamenta
enraizada titila y yo
titilo, como párpado palpito
y
ésta cruz palpita incluso
parece que verdea.
Como el apéndice entreabierto al sueño
duermo y a un tiempo velo.
Yo aguardo. Esas luces acuñadas
no se funden.
¡Calvario!
Me doy al firmamento
por treinta astros de plata.
Maravilloso el fluir del poema, Miguel. Una delicia.
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